Noticias de la vida diocesana

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Semana Santa

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Agenda de Mons. Gustavo Oscar Zanchetta, Obispo Diocesano de la Nueva Orán, en las celebraciones litúrgicas de Semana Santa 2015.

29 – 03         Domingo de Ramos (Santa Misa de bendición de Ramos)

11.00 hs. Capilla Ntra. Sra. de Luján – Barrio Estación

20.00 hs. Catedral de San Ramón Nonato

01 – 04         Miércoles Santo (Solemne Misa Crismal)

20.30 hs. Catedral de San Ramón Nonato

02 – 04     Jueves Santo (Santa Misa de la Cena del Señor – Lavatorio de los pies)

17.00 hs. Unidad Penitenciaria N° 3

18.30 hs.  Hospital “San Vicente de Paul”

20.00 hs. Capilla “Sagrado Corazón” – Barrio Caballito

03 – 04         Viernes Santo

17.00 hs. Celebración de la Pasión – Catedral de San Ramón Nonato

21.00 hs. Vía Crucis de la Ciudad – (Sale desde el Hospital)

04 – 04         Sábado Santo (Solemne Vigilia Pascual de Resurrección)

21.00 hs. Catedral de San Ramón Nonato

05 – 04         Domingo de Pascua de Resurrección

09.30 hs. Capilla San Camilo – Barrio 20 de febrero

20.30 hs. Parroquia “San Jorge” – Pichanal


Homilía en la Misa de inicio del Año Lectivo en el Seminario Mayor “San Juan XXIII”

Prot. 008 – 2015 Homilia


Ordenación Diaconal

DSC_0130Carta del Obispo Diocesano de la Nueva Orán, Mons. Gustavo Zanchetta, invitando a la ordenación de siete nuevos diáconos. La misma tendrá lugar en la Iglesia Catedral de San Ramón Nonato el viernes 12 de diciembre, Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, a las 20.30 hs.

para leer la carta hacer clic en el siguiente vinculo Prot. 116 – 2014 Carta


Carta pastoral

Obispo - mayo 2014

Carta Pastoral de nuestro Obispo, Mons. Gustavo Zanchetta, al cumplirse el primer año de su ministerio en la Diócesis de la Nueva Orán. La misma fue presentada al presbiterio y a los agentes de pastoral e instituciones de la Diócesis los días 7 y 8 de noviembre en la Casa de Ejercicios «Santa María del Zenta» en San Ramón de la Nueva Orán.

para leer el texto completo hacer clic en el siguiente vinculo Carta Pastoral


El aborto nunca es solución

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La Vida es un Derecho Humano Fundamental


Carta a la Diócesis

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Carta a la comunidad Diocesana de nuestro Obispo, Mons, Gustavo Oscar Zanchetta, invitando a participar el próximo 22 de agosto del inicio a la Novena en honor a San Ramón Nonato, Patrono de la Diócesis, con un acontecimiento muy especial: la ordenación sacerdotal del Diácono David Pintos y la admisión de cinco hermanos que se preparan para el Diaconado Permanente.

Carta a la Diocesis


Fiesta Patronal y primer aniversario

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Carta a la comunidad diocesana de nuestro Obispo, Mons. Gustavo Oscar Zanchetta, con motivo de la celebración de San Ramón Nonato, Patrono de nuestra Diócesis y su primer aniversario como Obispo de la Nueva Orán.

Prot. 60 – 2014 Carta a la Diocesis por la fiesta Patronal de San Ramon Nonato


Día del Párroco

Obispo - mayo 2014

Carta a la comunidad diocesana de nuestro Obispo, Mons. Gustavo Oscar Zanchetta, invitando a rezar el próximo lunes 4 de agosto por el ministerio de nuestros sacerdotes, en el día que la Iglesia recuerda al Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney.

Carta a la Diocesis por el dia del Parroco

 


Carta a la Diócesis

DSC_0025Carta a la comunidad diocesana de nuestro obispo Mons. Gustavo Oscar Zanchetta comunicando el inicio de las obras de construcción del Seminario Diocesano.

Prot. 48 – 2014 Carta a la Diocesis


Miércoles Santo

Misa Crismal en la Catedral de San Ramón Nonato. Compartimos algunas fotografías y la homilía de nuestro Obispo, Mons. Gustavo Zanchetta

 

Homilía en la Misa Crismal

Catedral de San Ramón Nonato

San Ramón de la Nueva Orán, 16 de abril de 2014

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Textos bíblicos:

 

Is 61,1-3a.6ª.8b-9

Sal 88,21-22.25.27

Ap 1,4b.5-8

Lc 4,16-21

———————-

 

El espíritu del Señor está sobre mí (Is 61,1)

 

Queridos hermanos:

La palabra de Dios en esta solemne liturgia nos hace saborear la riqueza de encontrarnos como Pueblo Santo y viene a iluminar el sentido de lo que estamos celebrando. Hoy los sacerdotes renovamos las promesas que un día hicimos ante el obispo y la comunidad, de consagrar nuestras vidas para siempre al servicio de Dios y de su Iglesia. Hoy esas promesas se hacen actuales, como si fuera el día de nuestra ordenación. Por eso, con emoción, viene a nuestra memoria lo que significa haber recibido este regalo tan inmerecido y que nos hace tan felices. Hoy miramos nuestras manos consagradas y nos damos cuenta cuán grande es el amor de Dios, quien como le sucedió a María, “ha mirado la pequeñez de sus servidores” (cfr. Lc 1,47).

No es honor ni privilegio, no es mérito personal ni una carrera. Es simplemente vivir hoy el misterio de Cristo, Sacerdote Eterno, que sigue vivo en medio de su pueblo de un modo particular a través de nuestro ministerio pastoral. Por eso resuena en nosotros, y nos hace vibrar interiormente, la voz profética que sigue llamándonos a “evangelizar a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19).

En efecto, tal como nos lo ha recordado el querido Beato Juan Pablo II, “los presbíteros son llamados a prolongar la presencia de Cristo, único y supremo pastor, siguiendo su estilo de vida y siendo como una transparencia suya en medio del rebaño que les ha sido confiado…..Son, en la Iglesia y para la Iglesia, una representación sacramental de Jesucristo cabeza y pastor, proclaman con autoridad su palabra; renuevan sus gestos de perdón y de ofrecimiento de la salvación, principalmente con el bautismo, la penitencia y la eucaristía; ejercen, hasta el don total de sí mismos, el cuidado amoroso del rebaño, al que congregan en la unidad y conducen al Padre por medio de Cristo en el Espíritu”[1].

Hoy también será consagrado el Santo Crisma – de ahí el nombre propio de esta liturgia – y bendeciremos el Óleo de los catecúmenos y el Óleo de los enfermos. Los tres son instrumentos sacramentales por donde, misteriosa y maravillosamente, Cristo se hace presente para traernos la vida en abundancia que brota de un misterio de amor más grande; su muerte y resurrección.

Por todo ello, las palabras del profeta Isaías que hemos escuchado en la primera lectura, cobran vigor y actualidad especialmente en la vida de nuestros presbíteros: “Ustedes serán llamados Sacerdotes del Señor. Se les dirá ministros de nuestro Dios” (Is 61,6).

 

Renovemos nuestra respuesta de amor

Queridos hermanos sacerdotes, al renovar hoy delante del santo pueblo fiel de Dios y de quien los preside en la caridad, lo que un día prometimos ante una asamblea litúrgica como ésta, quiero traer a nuestra memoria dos oraciones que el obispo pronunció durante el rito de nuestra ordenación, y que marcan definitivamente el derrotero de nuestra vida. Primero, cuando fueron ungidas nuestras manos con el Santo Crisma: “Jesucristo, el Señor, a quien el padre ungió con la fuerza del Espíritu Santo, te proteja para santificar al pueblo cristiano y para ofrecer a Dios el sacrificio”.

Y luego, cuando nos fue entregado el cáliz y la patena para celebrar la eucaristía: “Recibe la ofrenda del pueblo santo para presentarla a Dios. Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor”.

Por tanto bien recibido hermanos: demos grácias !! Por las veces que hemos faltado a nuestros santos deberes: pidamos humildemente perdón !!

Con la confianza de estar entre hermanos, en familia, cada uno con sus aciertos y errores, con su gracia y su pecado, animémonos a volver a decir “sí, quiero”, como aquel día tan esperado y que atesoramos como el más feliz de nuestra vida.

Con amor y pasión por seguir las huellas de Cristo, pobre y crucificado, atrevámonos a seguir andando junto a nuestro pueblo, procurando siempre, con humildad y un gran respeto, ofrecerle la caridad del Buen Pastor, quien “no vino a ser servido sino a servir” (Mt 20,28). Por ello, bien vale recordar cuál es el centro de nuestra vida, tal como el querido Juan Pablo II  nos ha señalado, al afirmar que “la caridad pastoral es aquella virtud con la que nosotros imitamos a Cristo en su entrega de sí mismo y en su servicio. No es sólo aquello que hacemos, sino la donación de nosotros mismos lo que muestra el amor de Cristo por su grey”[2].

 

Grácias padres !!

Particularmente hoy, queridos sacerdotes, quisiera prestar mi voz por un momento a nuestro pueblo fiel, para agradecerles por aquellas pequeñas cosas de todos los días, y que aunque no lo parezca, no nos pasan inadvertidas. Ustedes son para nosotros padres, hermanos y amigos cercanos. Ustedes son el instrumento por el que Dios se vale para alimentarnos con su Palabra, y muy especialmente con su cuerpo y su sangre. Ustedes son auxilio y consuelo para aliviar nuestro dolor y nuestra enfermedad. Son la caridad hecha carne para socorrernos en nuestra necesidad y pobreza. Por eso hoy queremos decirles, con el amor que nos une en esta familia que formamos como Iglesia:

Gracias padres!!!

  • Por alcanzarnos la Palabra de vida, y el amor hecho cruz y esperanza en la eucaristía que presiden en la caridad por Cristo y para nosotros.
  • Porque al estar cerca nuestro, al escucharnos, al abrir su corazón de buen pastor, nos ayudan a encontrar el camino de Cristo.
  • Por las veces que se levantaron de madrugada para alcanzarnos el auxilio de la misericordia de Dios y el consuelo en nuestra enfermedad.
  • Por comprender nuestras miserias y pecados, y por perdonarnos en nombre del Señor para poder retomar el buen camino.
  • Por postergar sus propios tiempos y regalarnos toda su disponibilidad y entusiasmo para no sentirnos solos, sino acompañados.
  • Por haber derramado un día sobre nuestra cabeza el agua viva del bautismo. Así nos abrieron el camino que Dios ha querido para nosotros, y nos han incorporado a la gran familia de sus hijos que es la Iglesia.
  • Por haber bendecido nuestra unión matrimonial, y por ayudarnos a crecer como familia cada vez que nos dan esos sabios consejos que hacen que la vida sea más plena y más feliz.
  • Por estar presentes cuando el Señor nos llama al final de nuestro camino para volver a la casa del Padre. Por consolar el dolor fuerte que provoca la partida de un ser querido. Por estar siempre ahí…..a la mano de todos… con los brazos abiertos…con un corazón de padre!

Y a la vez, me permito invitarlos a que sigamos corriendo el riesgo de involucrarnos cada vez más en la vida de la gente. Porque para eso hemos sido ordenados, y a ellos somos enviados, a fin de vencer la mundana tentación de ser indiferentes, o de no animarnos a salir de nuestras seguridades. Y hagámoslo tal como nos propone el Santo Padre Francisco, al decir que “si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: denles ustedes de comer (Mc 6,37)”[3].

 

Tuyos eran, y me los diste (Jn 17,6)

Mañana iniciamos el Triduo Pascual con una de las celebraciones más sentidas por todos nosotros, como es la Misa de la Cena del Señor, donde lavaremos los pies de nuestras comunidades. Vivamos con alegría ese momento privilegiado, porque en ese gesto se expresa el estilo pastoral que Jesús nos pide: ponernos de rodillas ante nuestro pueblo para servirlo en la caridad, con humildad, cercanía y sencillez. Ese es nuestro lugar, y no otro.

Mirando cuánto hemos crecido, particularmente en vocaciones al sacerdocio, quiero dirigirme a ustedes, mis queridos seminaristas. Esta familia sacramental que conformamos como presbiterio ya los recibe como los hermanos más chicos. Vivan estos años de preparación con ilusión y esperanza, porque el Señor espera mucho de ustedes. Y este pueblo que nos sostiene con su oración, afecto y caridad, quiere que sean fecundos y felices en su entrega diaria. Por eso procuren siempre mirar bien alto, para no dejarse tentar por los criterios mundanos; donde un error es frustración, donde una caída es fracaso. Recuerden que el buen Jesús camina con ustedes y les dice: “En el mundo tendrán tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).

Hermanos, es la primera vez en mi vida que presido la Misa Crismal. Y siento una profunda emoción, particularmente en esta Catedral de San Ramón Nonato, al ocupar inmerecidamente esta cátedra donde me han precedido ya seis obispos de la Nueva Orán.

En mi corazón de pastor resuenan fuertemente en estos días las palabras de Jesús en su oración sacerdotal: “He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y me los diste; y han guardado tu Palabra” (Jn 17,6).

Por eso también quiero agradecerles, mis queridos sacerdotes, diáconos y seminaristas, a los consagrados y consagradas, y a todo el pueblo fiel de Dios que peregrina en la Nueva Orán, por todo el bien que hacen en favor de esta Iglesia particular a la que amamos, especialmente en los más pobres, débiles y sufrientes. Y agradezco al Señor me haya enviado a esta tierra, bendecida por la sangre de los mártires del Zenta, para asumir el desafío – como nos ha enseñado San Agustín – de ser con ustedes cristiano, y para ustedes obispo.

 

 

+ gustavo oscar zanchetta

obispo de la nueva orán

 

[1]PDV 15.

[2]PDV 23.

[3]EG 49.

Homilia en la Misa Crismal


Homilía en la misa del Miércoles de Ceniza

HOMILÍA EN LA MISA DEL MIÉRCOLES DE CENIZA DE NUESTRO OBISPO MONS. GUSTAVO ZANCHETTA

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Prot. N. 08 / 14

Homilía en la misa del Miércoles de Ceniza

Catedral de San Ramón de la Nueva Orán, 5 de marzo de 2014

Textos bíblicos

  • Jo 2,12-18
  • Sal 50,3-4.5-6a.12-13.17
  • 2 Co 5,20-6,2
  • Mt 6,1-6.16-18

Queridos hermanos:

En este comienzo del sagrado tiempo de Cuaresma, quiero aprovechar la ocasión de presidir esta misa en el templo catedralicio para dirigirme a toda la comunidad diocesana de la Nueva Orán, a fin de expresarles los sentimientos y convicciones mediante los cuales les propongo, con toda humildad, caminemos como Diócesis este itinerario de conversión para celebrar la Pascua.

El Evangelio apenas proclamado desafía el corazón creyente a dar una respuesta madurada en la fe: No busquemos practicar la justicia delante de los hombres para ser vistos. Más bien, intentemos la autenticidad que nos pide el profeta Joel en la primera lectura: “Desgarren su corazón y no sus vestiduras, y vuelvan al Señor, su Dios, porque él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y rico en fidelidad, y se arrepiente de sus amenazas”.

Para comprender el sentido penitencial de la Cuaresma hay que mirar serenamente hacia dónde vamos. Por eso este caminar eclesial hacia nuestra Pascua nos tiene que hacer vibrar interiormente recorriendo los mismos pasos de Jesús, teniendo “sus mismos sentimientos” (cfr. Flp 2,5). Es un tiempo de gracia que, si lo sabemos aprovechar, nos permitirá gustar el valor de adentrarnos en la propia miseria de nuestro pecado personal y social para arrepentirnos e iniciar el camino de la conversión del corazón creyente, aprendiendo que sólo con la gracia de Cristo – si nos dejamos “primerear en el amor” – es posible “que todo sea nuevo” (cfr. Ap 21,5)

En su mensaje para esta Cuaresma, titulado “Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (cfr. 2 Co 8,9) el Santo Padre Francisco nos invita a dejarnos interpelar por la pobreza de Cristo, la cual nos enriquece. Y esto consiste “en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura”.

Me pregunto si seremos capaces de luchar por esa riqueza que a los ojos del mundo no tiene sentido. Y por ello la Cuaresma es un tiempo favorable para dar pasos audaces que nos hagan cambiar tantos puntos de vista equivocados, donde por acción u omisión dejamos de obrar según el querer de Dios dando paso al egoísmo, la insensibilidad por lo que sufren nuestros hermanos y la indiferencia social al preferir dejar que cada uno se arregle como pueda. En cambio, si la pobreza de Cristo nos interpela, esto es un signo de que algo estamos aprendiendo, y que mucho puede cambiar. En particular saber que solos no podemos, que para amar necesitamos sabernos amados, que para perdonar necesitamos sentirnos perdonados. Y para ello no hay otro camino que estrechar un vínculo personal con el Señor Jesús, pobre y crucificado, lejos de toda pretensión solitaria e intimista, pero con apertura de alma al percibirnos parte de un mismo cuerpo que quiere latir con un mismo ritmo vital: el de Cristo, “manso y humilde de corazón” (Mt 11,29). Por eso – tal como nos señala el Papa en su mensaje cuaresmal – “a imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza”.

Qué bueno será poner manos a la obra y “hacernos cargo de las miserias de nuestros hermanos”, sabiendo que ninguno de nosotros es mejor que los demás, y que hay cuestiones que hoy están llamando a la puerta de nuestra conciencia pidiendo ser atendidas, porque claman con la urgencia y el dolor de los que más sufren.

Hoy, Miércoles de Ceniza, quiero referirme puntualmente a una de las miserias de orden social que nos destruye como familia y que ha tomado ya la velocidad irreparable de la destrucción y la muerte: me refiero al drama de las drogas y el narcotráfico que tan cerca nos toca el corazón en nuestro territorio diocesano.

Resultan alarmantes los datos estadísticos, pero más terrible es percibir el dolor de tantas mamás y papás que lloran la pérdida de un hijo y que viven en la angustia de no saber cómo hacer para sacarlos de las adicciones.

No podemos negar que hay muchas instituciones y personas que hacen esfuerzos enormes para combatir este flagelo social y ayudar a quienes lo sufren. Es ciertamente un signo de esperanza, una luz en tanta oscuridad.

Pero es aberrante ver cómo también se comercia con la vida de otros impunemente y a la vista de todos, sin que los instrumentos legales con los que cuenta el Estado en sus distintos niveles de responsabilidad puedan ser efectivos en su accionar, sea en la prevención como en la resolución de este problema.

Y sirva como ejemplo una situación que todos podemos ver diariamente en uno de los controles fronterizos cercanos a la Ciudad de San Ramón de la Nueva Orán. Mientras muchos transeúntes deben detenerse para ser revisados – lo cual es correcto – a escasos cien metros del puesto de control se cargan y descargan enormes cantidades de bultos donde podría circular de todo: niños secuestrados, tráfico de órganos, drogas y, además, toda clase mercaderías que evaden impuestos.

Y lamentablemente este constituye el primer eslabón de una larga cadena de miserias. Después sigue el comercio con la vida, el desprecio por los inocentes, la hipocresía de las respuestas ya elaboradas y la peor de las consecuencias: la muerte.

No es necesario y menos oportuno generar ahora una polémica más. Personalmente no me interesa discutir sobre una realidad que lamentablemente se impone por los hechos. Es momento de actuar y con premura en función del bien común, más allá de nuestras diferencias, inclusive las religiosas. Por eso quiero proponer a la comunidad diocesana una iniciativa que puede ayudar solidariamente a tantas familias que sufren este drama de las drogas.

Durante esta Cuaresma voy a convocar a nuestras comunidades, a todos los organismos de comunión y agentes pastorales, para presentarles un proyecto a fin de concretar en todo el territorio diocesano Centros de contención, escucha y orientación para jóvenes con adicciones y sus familias. Para ello invito también a todas las personas e instituciones del cuerpo social y a los organismos del Estado que tengan voluntad de participar, a sumar esfuerzos para salvar el presente y el futuro de nuestra comunidad: Todos podemos ofrecer algo de nuestros talentos y experiencia de vida. Y muy especialmente quiero convocar a las personas mayores; a nuestros abuelos. Ellos, como padres experimentados, con su sabiduría acuñada en la lucha por formar un hogar, fogueados en los avatares de la vida, pueden ayudar a orientar a una sociedad tan carente de afecto, madurez y acompañamiento.

Así, hermanos míos, quiero proponerles la vivencia penitencial de la Cuaresma de este año. No es suficiente alzar la voz para denunciar lo que está mal sin ofrecer alternativas superadoras, comprometiéndonos personal y comunitariamente.

Sean entonces las cenizas que se impondrán en nuestras cabezas, como signo de conversión y penitencia, expresión de un compromiso fraterno y solidario como Iglesia servidora de los pobres, débiles y sufrientes.

Hagamos nuestra la invitación misionera del Papa Francisco al compromiso con nuestra realidad: “La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar, no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser  si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar” (EG 273).

Sólo marcados a fuego por esta misión, a la que Jesús nos envía con su propio estilo, tendrán sentido esos tres pilares que el Evangelio que acabamos de proclamar nos señala como camino de conversión: el ayuno, la oración y la limosna para agradar al Padre “que ve en lo secreto”. Él ciertamente nos recompensará, pero no porque hayamos hecho el bien – lo cual es nuestra obligación – sino porque hayamos aprendido a ocupar nuestro lugar en la historia: el de los “simples servidores” (Lc 17,10).

  + Gustavo Oscar Zanchetta

Obispo de la Nueva Orán


Carta a la comunidad Diocesana

Carta de nuestro Obispo Mons. Gustavo Oscar Zanchetta a la comunidad diocesana anunciando la construcción del Seminario Diocesano Beato Juan XXIII

Prot. N. 06 / 14

San Ramón de la Nueva Orán, 28 de febrero de 2014

A la comunidad diocesana de la Nueva Orán

Queridos hermanos:

La celebración del acolitado de tres de nuestros seminaristas como así también el inicio del año lectivo en el Seminario Beato Juan XIII me parece la ocasión propicia para comunicarles una decisión madurada en la oración desde hace tiempo y confirmada en mi reciente visita al Santo Padre Francisco.

El Seminario ciertamente es el “corazón de la diócesis”, es el ámbito eclesial de discernimiento, maduración y formación de los futuros sacerdotes, quienes asumirán la responsabilidad de cuidar pastoralmente esta porción del pueblo de Dios que peregrina en la Nueva Orán.

Mi querido predecesor, Mons. Marcelo Daniel Colombo, tuvo la lucidez y la audacia de fundar el Seminario Diocesano, interpretando que se había llegado a un tiempo prudente de maduración eclesial para decidir la certera conveniencia de que al menos, en la etapa inicial, la formación sacerdotal de nuestros muchachos se lleve a cabo en nuestra diócesis.

Así fue como dos años atrás un grupo de jóvenes entusiastas inició, de la mano del P. Martín Alarcón como rector y de tantos sacerdotes y laicos que asumieron este desafío, la experiencia formativa en la Nueva Orán sentando bases sólidas en pos de conformar el futuro presbiterio de nuestra Iglesia particular.

Nuestro Dios, bueno y providente, no hizo faltar vocaciones y así es como al día de hoy tenemos un seminarista a punto de ordenarse diácono, cuatro jóvenes que han ingresado al curso introductorio, ocho seminaristas en la etapa de filosofía y seis más realizando la formación teológica en la arquidiócesis de Tucumán que generosamente nos abrió las puertas de su seminario.

Esta realidad que nos llena de alegría y la perspectiva que se plantea para los años venideros hizo madurar en mí la necesidad de dar un paso más consolidando lo que ya se ha hecho en estos años.

Por eso, interpretando el sentir de muchos y después de haber escuchado la opinión y el consejo de nuestro Papa Francisco quiero anunciarles la decisión de construir el Seminario Diocesano en los terrenos de nuestra Curia Diocesana en la ciudad de San Ramón de la Nueva Orán. El 27 de abril, Domingo de la Divina Misericordia y fecha elegida por el Santo Padre Francisco para canonizar al Beato Juan XXIII, patrono de nuestro seminario, será colocada la piedra fundamental del nuevo edificio y daremos inicio a las obras.

Convoco entonces a toda la comunidad diocesana a colaborar con este proyecto que nos desafía y compromete porque estamos sentando los cimientos del futuro de la diócesis. Por ello no dejemos de rezar por estos jóvenes, por los que el Señor enviará, y particularmente por la vida de nuestra querida Diócesis de la Nueva Orán que espera que sus sacerdotes tengan “olor a oveja” y pasión por dar la vida.

Los abrazo y bendigo,

  + Gustavo Oscar Zanchetta

Obispo de la Nueva Orán

Para leer descargar la carta hacer clic en el vínculo Prot 06-2014


Acolitado de los seminaristas: Marcelo, Luis y Carlos

HOMILÍA EN LA MISA DEL ACOLITADO DE LOS SEMINARISTAS: MARCELO HERMIDA, LUIS GOMEZ Y CARLOS SUBELZA DSC_0027 Prot. N. 05 / 14

HOMILIA EN LA MISA DE INSTITUCION COMO ACOLITOS

DE LOS SEMINARISTAS CARLOS SUBELZA, MARCELO HERMIDA Y LUIS GOMEZ

 Parroquia “San Antonio de Padua”, en San Ramón de la Nueva Orán

 28 de febrero de 2014

Textos Bíblicos:

  • Hch. 10,34a. 37-43
  • Sal. 22,1-6
  • Jn 6,51-59

Queridos hermanos:

Acabamos de escuchar con atención la palabra de Dios proclamada en esta misa vespertina que nos reúne como Iglesia particular de la Nueva Orán.

Como oyentes de la Palabra, sabiendo que en ella encontramos vida y plenitud, estamos aquí con el corazón abierto y orante para compartir la institución del ministerio del acolitado de nuestros seminaristas Carlos Subelza, Marcelo Hermida y Luis Gómez. Bienvenidos todos, especialmente sus familias y hermanos en la fe de sus comunidades de procedencia: “San Jorge” de Pichanal y “San Ramón Nonato” de Tartagal.

Al introducirnos en el misterio que celebramos, el libro de los Hechos de los Apóstoles, de donde hemos tomado la primera lectura, pone de relieve el testimonio personal de lo que el apóstol Pedro llega a expresar como una convicción fundamental al hablar de Cristo: “El pasó haciendo el bien y sanando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con El…..y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén”. Pedro comparte así “lo que le quema por dentro” cuando se refiere al Maestro que lo llamó y lo eligió para compartir su suerte. El apóstol expresa en pocas palabras que compartió personalmente su vida con el Hijo de Dios, en un vínculo que como siempre tuvo su iniciativa en el querer de Dios. Él es quien propone, invita y alienta a que lo sigamos hasta dar la vida….para que nuestro paso por este mundo no sea en vano sino como Jesús: “pasar haciendo el bien”.

En esta misa también estamos iniciando un nuevo año de actividades en el Seminario Diocesano Beato Juan XXIII, y por eso damos una fraterna bienvenida a los jóvenes que inician su formación seminarística en el curso introductorio y en la etapa de filosofía.

En este contexto me animo a decirles, queridos muchachos, sin ningún derecho a presumir, porque lo sigo aprendiendo junto a ustedes, que solamente un vínculo personal con Jesucristo pobre y crucificado – en la expresión de San Francisco de Asís – puede hacer posible que tome identidad ese llamado recibido para dar la vida como pastores del santo pueblo fiel de Dios. Porque nosotros también somos testigos de cuanto obra y ha obrado en nuestra historia Aquel que nos ha llamado a la vida sacerdotal aún, a pesar de nuestros límites y debilidades. Sí hermanos,  si hay algo que hoy quisiéramos expresar los sacerdotes aquí presentes como un testimonio personal es que no nos alcanzará la vida para darle gracias al Señor por habernos llamado a su servicio, el cual se expresa, se nutre y se hace pleno en el misterio del Amor ofrecido por Cristo en la Eucaristía, y que la Iglesia celebra en vigilante espera hasta que Él vuelva.

Hoy queremos valorar y agradecer la posibilidad de contar con nuestro propio seminario en la diócesis para realizar la etapa introductoria y los primeros años de formación filosófica. Y para ello tenemos muy presente el pensar de los obispos latinoamericanos plasmado en el Documento de Aparecida: “El tiempo de la primera formación es una etapa donde los futuros presbíteros comparten la vida a ejemplo de la comunidad apostólica en torno a Cristo Resucitado: oran juntos, celebran una misma liturgia que culmina en la Eucaristía, a partir de la Palabra de Dios reciben las enseñanzas que van iluminando su mente y moldeando su corazón para el ejercicio de la caridad fraterna y de la justicia, prestan servicios pastorales periódicamente a diversas comunidades, preparándose así para vivir una sólida espiritualidad de comunión con Cristo Pastor y docilidad a la acción del Espíritu, convirtiéndose en signo personal y atractivo de Cristo en el mundo, según el camino de santidad propio del ministerio sacerdotal” (DA 316).

En este caminar de la formación sacerdotal el paso que están dando hoy Carlos, Marcelo y Luis, resulta muy significativo a la luz de lo que el evangelio nos presenta: “el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.

Queridos muchachos, este servicio del acolitado mediante el cual son instituidos como ministros ordinarios de la comunión y servidores del altar los acerca cada vez más al centro de su vocación sacerdotal. Falta muy poco para que se concrete ese sueño que los ha movilizado interiormente todos estos años. Porque es el mismo Cristo quien hoy los está invitando a consagrar su vida definitivamente al servicio de su proyecto: para que a través de ustedes Él se haga carne para dar vida a sus hermanos.

Por otra parte, el evangelista Juan hace presente reiteradas veces el vínculo misterioso que nos une con el Señor a través de este sacramento admirable, la Eucaristía: “el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él”. Que desafío hermanos!! Estamos considerando ni más ni menos que donar toda nuestra existencia al proyecto del Reino de Dios, para que a través de nuestro humilde ministerio el pueblo fiel pueda “permanecer” en Él y por Él, especialmente los que se sienten más lejos, los excluidos, los de las periferias existenciales de nuestro tiempo. Por eso el Concilio Vaticano II nos trazó un derrotero eclesial que no podemos resignar, en particular los ministros sagrados: “Cristo fue enviado por el Padre a evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos, para buscar y salvar lo que estaba perdido; así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo” (LG 8).

Queridos seminaristas de la Nueva Orán, queremos alentarlos a entusiasmarse cada vez más por la persona de Cristo y a dejarse moldear por su Pueblo Santo en el crisol del servicio hasta la humillación.

Con las palabras del Santo Padre Francisco los invito a que se dejen “primerear” por el amor del pueblo y se comprometan en la misión que nos ha confiado: “Para ser evangelizadores de alma también hace falta desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo. Cuando nos detenemos ante Jesús crucificado, reconocemos todo su amor que nos dignifica y nos sostiene, pero allí mismo, si no somos ciegos, empezamos a percibir que esa mirada de Jesús se amplía y se dirige llena de cariño y de ardor hacia todo su pueblo. Así redescubrimos que El nos quiere tomar como instrumentos para llegar cada vez más cerca de su pueblo amado. Nos toma de en medio del pueblo y nos envía al pueblo, de tal modo que nuestra identidad no se entiende sin esa pertenencia” (EG 268).

+ Gustavo Oscar Zanchetta

Obispo de la Nueva Orán

Para descargar la homilía hacer clic en el vinculo Prot 05-2014 Homilía


Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2014

 

DSC_0480 Hacer clic en el vínculo para leer Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2014


Carta del Obispo Diocesano a los sacerdotes de la Nueva Orán

Marcelo Luis y Carlos

Carta del Obispo Diocesano a los sacerdotes de la Nueva Orán

 

Hacer clic en el vínculo para leer la carta Prot 04-2014


Instituto Superior de Formación Docente «Mons. Muguerza»

P1010565El Obispo Diocesano de la Nueva Orán, Mons. Gustavo Oscar Zanchetta ha presentado la oficialización de la Carrera de Ciencias Religiosas con Orientación en Filosofía del Instituto Superior de Formación Docente «Mons. Muguerza».

Texto de la presentación en la oficialización del profesorado de ciencias religiosas con orientación en filosofía del instituto superior de formación docente “Mons. Muguerza”


Reconocimiento oficial de la carrera de Ciencias Religiosas

Inst Muguerza

Reconocimiento oficial de la carrera de Ciencias Religiosas

con Orientación en Filosofía del Instituto Superior de Formación Docente

“Mons. Muguerza” del Obispado de la Nueva Orán

A continuación la carta de nuestro obispo, Mons. Gustavo Oscar Zanchetta, dirigida a toda la comunidad diocesana comunicando la noticia: Prot. N. 0114 Oficialización de la carrera de Ciencias Religiosas en la Diócesis


SALUDO DEL OBISPO A LA DIÓCESIS, DESDE ROMA

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SALUDO DEL OBISPO A LA DIÓCESIS DE LA NUEVA ORAN DESDE ROMA

 Roma, 15 de enero de 2014

Queridos hermanos:

Desde esta hermosa ciudad quiero llegar a ustedes para saludarlos y contarles algo de lo mucho y sentidamente vivido en esta visita al Santo Padre Francisco. Hemos podido compartir muchos momentos juntos, concelebrar la eucaristía, cenar varias veces y particularmente conversar sobre la vida de la Iglesia y de nuestra querida diócesis. El Papa ha sido muy generoso con su tiempo lo cual ciertamente es un regalo inmerecido y un testimonio de vida que vale la pena seguir.

La emoción ha sido muy grande al volver a abrazarlo en persona. La última vez que nos vimos fue en el mes de febrero en Buenos Aires, dos días antes de que viajara para el Cónclave…..y no volvió a nuestras tierras…..Dios tenía otros planes para él y también para nosotros. Recuerdo que en aquella oportunidad le dije que si Dios a través de los demás cardenales le llegaba a pedir servir a la Iglesia como “el menor de los hermanos” no tuviera dudas en aceptar…..y así fue. Ustedes saben que me une al Santo Padre un vínculo de afecto muy fuerte que viene de muchos años por lo cual volver a vernos ha sido realmente una gracia y la ocasión de seguir aprendiendo de él a ser discípulo para poder ser pastor.

Quiero que sepan que le he transmitido los saludos de todos, que le entregué personalmente todas las cartas que me dieron y que le aseguré nuestra oración diaria por su vida y ministerio. En particular me detuve en una carta que me entregó la Señora Ramona en la última misa que presidí en la Catedral antes de viajar con un pedido de oración por su nietito llamado Francisco. El Papa me dijo que rezará para que se mejore y yo me comprometí también a hacer lo mismo…y los invito a sumarse porque es una situación delicada. Acompañemos todos a esta familia de nuestra comunidad!!!

Al compartirle al Santo Padre la vida de nuestra diócesis quise particularmente expresarle mi alegría y admiración por el servicio entregado y generoso de nuestros sacerdotes a quienes en estos meses he podido ir conociendo y visitarlos en sus comunidades. Le he contado al Papa Francisco sobre nuestros proyectos y que, aunque los sacerdotes son pocos para una extensión territorial tan grande y con tantos desafíos, los siento muy comprometidos con nuestra iglesia particular y especialmente los veo contentos en su servicio pastoral.

Vaya con estas líneas improvisadas desde el corazón mi gratitud a cada uno de nuestros curas por todo lo que están haciendo y mi deseo sincero de acompañarlos cercanamente y animarlos a que juntos vivamos la dulce alegría de evangelizar. Grácias queridos Padres!!!

Otro aspecto de nuestro diálogo han sido nuestros jóvenes seminaristas. He podido compartirle al Papa cómo va la vida de nuestros muchachos y los esfuerzos grandes que han hecho este año para formarse, no sólo en los estudios sino humana, pastoral y espiritualmente. Particularmente me detuve en lo que vivimos durante la misión llevada a cabo en La Unión en el mes de diciembre junto a las hermanas de la Fraternidad de Nuestra Señora del Sufragio quienes están a cargo de la parroquia. Además le entregué un porta retrato con la foto que nos sacamos para él. Se puso muy contento y me aseguró su oración para que sigamos adelante con nuestro proyecto formativo donde especialmente queremos comprometernos con la vida de los más pobres, débiles y sufrientes.

También le presenté algunos desafíos a nivel diocesano respecto al acompañamiento a las comunidades de los pueblos originarios, tan castigados por la ambición de los que se llevan por delante sus derechos no respetando la ley, destrozando nuestros montes e impidiéndoles vivir dignamente. Lo mismo acerca de las enormes dificultades que tenemos por el aumento de la pobreza, la conflictividad social y los desbordes que en varios casos terminaron con saqueos, robos y violencia. Y además le conté acerca de los sufrimientos en las comunidades de Embarcación y últimamente en Padre Lozano por los fuertes temporales de viento y lluvia.

El Santo Padre se siente muy cerca de nosotros y conoce bien la realidad que vivimos. Por eso ha sido para mí un verdadero consuelo poder compartirle estas cosas y pedirle humildemente su consejo para lo que se refiere a la responsabilidad que me confió como obispo.

En fin, pude decirle a corazón abierto que me siento muy feliz de haber sido enviado entre ustedes. Dejé mucho al partir de la diócesis de Quilmes donde entregué casi 22 años de vida sacerdotal. Pero mucho más es lo que gané sin mérito alguno…..por eso en la distancia vaya mi abrazo agradecido a mi querida diócesis de la Nueva Orán por haberme abierto tantas puertas que en la fe son signos patentes del amor de Dios a través de su pueblo fiel.

Les adjunto algunas fotografías de la última audiencia pública en la Plaza de San Pedro donde el Papa Francisco está desarrollando todas las semanas su catequesis sobre el bautismo. Ahí estuvimos con un grupo grande de argentinos de distintos rincones de nuestra patria. Verán también al futbolista Abel Balbo que vive en Italia desde hace 25 años con su familia. También estuvieron el Padre Andrés Buttu quien está de visita en su diócesis de origen en Cerdeña y que llegó hasta Roma para poder ver al Santo Padre junto con su prima Marieta y el Padre Totoni. Además verán fotografías de un grupo de amigos míos de muchos años de la arquidiócesis de Udine en el norte de Italia. Son dos sacerdotes cuyas parroquias he visitado muchas veces y un grupo de chicos de las comunidades que aprovechando mi visita vinieron también a Roma.

Seguramente podrán percibir en estas fotos la alegría y la paz que transmite nuestro querido Francisco, como así también el clima que genera su cercanía y presencia.

Los abrazo y les transmito la bendición que el Papa les envía pidiéndoles simplemente que recen por mí. Hasta muy pronto hermanos míos…..y sepan que los extraño !!!

Su obispo,

+ Gustavo


MENSAJE DE NAVIDAD DE MONS. GUSTAVO ZANCHETTA

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La Unión, 20 de diciembre de 2013

“En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas” (Lc 1,48-49)

 

Mis queridos hermanos:

Con estas palabras el texto sagrado nos trae la frescura de María, mujer fiel y madre del Salvador, expresando el motivo de su felicidad, aquello que la quema de gozo por dentro. Aunque poco sabe acerca de cómo será confía en el Angel que le anuncia una verdad: “no hay nada imposible para Dios” (Lc 1, 37).

Les escribo desde La Unión donde estamos culminando con nuestros seminaristas una semana de misión en este rincón tan querido de nuestro Chaco salteño. Y lo hago con una alegría inmensa por lo que vamos viviendo con la gente del pueblo, con las comunidades originarias, con las Hermanas Patricia, Marilena y María junto al P. Jorge Tomé. Como siempre nuestro pueblo fiel nos va formando según el querer de Dios y por eso valoro tanto que nuestros 17 seminaristas tengan esta hermosa oportunidad para moldear su corazón de pastores al ritmo de nuestra gente.

Al mismo tiempo quiero compartirles que me siento muy a gusto por el testimonio de nuestros jóvenes porque los veo entusiastas y servidores, atentos a escuchar y con un tesoro de caridad pastoral que ofrecen con mucho amor y alegría. Es muy edificante para mí compartir estos días con ellos y con las comunidades porque me están enseñando a ser obispo. Bendito sea Dios !

Desde lo vivido en esta semana siento vivamente que celebrar el nacimiento del Señor, por una parte nos lleva a resignificar su primera venida, el hacerse carne y “habitar en nosotros” (Jn 1,14), el haber querido nacer en la exclusión y la marginalidad porque “no había lugar para ellos en el albergue” (Lc 2,7). Pero también es esperar que vuelva como prometió, teniendo la certeza en la fe de que sus palabras se cumplen en hechos que alientan y consuelan: “Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).

Para esta Navidad quiero acercarme a cada uno de ustedes, a cada hogar, y especialmente a quienes se sienten tristes, solos, enfermos, abandonados, para invitarlos a contemplar al Dios viviente que nos trae la mejor de las noticias: “vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11, 28).

A su vez – como le sucedió a María – podremos “ser felices” si reconocemos con sencillez que también en nosotros Dios ha hecho grandes cosas. Ese es un distintivo del corazón creyente y orante; saber encontrar al Dios oculto cuando se aprende a buscar.

La felicidad no es sin más sinónimo de alegría. No hay gozo más grande que el de una madre cuando da a luz una nueva vida… aunque le duele hasta las lágrimas sabe que vale la pena !!

Esa felicidad sólo brota de una vida convertida en ofrenda y don para los demás, al reconocer que la vida de Jesús le da sentido a la nuestra. Y por eso celebrar la Navidad no tiene que ir de la mano de la mundanidad que es capaz de confundirnos en la búsqueda de las alegrías verdaderas. Lo que celebramos es el nacimiento de una vida nueva para todos a través de Aquel que vino “para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc 1,79).

El Papa Francisco nos insiste particularmente en que seamos una “Iglesia en salida”, que no se quede quieta mirándose a sí misma, y nos advierte: “…prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: ¡Denles ustedes de comer! (Mc 6,37)” (Evangelii gaudium N° 49).

Hermanos, en estas últimas semanas hemos vivido como comunidad nacional hechos de violencia que nos atemorizan y duelen. Hago un firme llamado, no sólo a los católicos sino a todos los hombres y mujeres de buena voluntad para que no permitamos que los violentos impongan el ritmo del temor a una sociedad que está cansada de que la usen, se la lleven por delante, la hagan víctima del saqueo, y atropellen su derecho a vivir en paz.

Cuidemos la vida desde antes de nacer que es el mayor bien recibido. Honrémosla en los niños y en los ancianos, y muy especialmente en los pobres. Acompañemos al que está a nuestro lado para caminar juntos. Construyamos puentes que nos acerquen y acortemos distancias. Ese es mi deseo para esta Navidad. Así quiero vivirla poniendo el hombro en estos propósitos e invitándolos humildemente a hacer lo mismo.

Que en estos días sean muy felices hermanos míos. Les agradezco de corazón por cuanto bien me han prodigado en estos meses y por favor; recen y hagan rezar por mí.

A la Virgen Madre y al Niño Jesús les encomiendo la vida y las esperanzas de todos.

Los abrazo y bendigo fraternalmente,

+ Gustavo Oscar Zanchetta

Obispo de la Nueva Orán


HOMILÍA EN LA MISA DE ORDENACIÓN SACERDOTAL DEL DIÁCONO NÉSTOR VARAS

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San Ramón de la Nueva Orán, 9 de diciembre de 2013

Queridos hermanos:

Nos hemos reunido como Iglesia de la Nueva Orán en el templo catedralicio para celebrar esta solemne liturgia de la ordenación sacerdotal de nuestro Diácono Néstor Varas.

En nosotros vibra hondamente el sentirnos comunidad eclesial que camina siempre en salida para ir al encuentro del mundo que espera de todos el testimonio de los discípulos de Jesús, portadores de su palabra y de sus gestos que hacen nuevas todas las cosas.

Esa Palabra que la Iglesia proclama como fuente de vida y verdad hoy nos llega sentidamente en esta liturgia tocándonos el corazón porque es Jesús, el buen pastor que da su vida por las ovejas, quien nos da seguridad y consuelo: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).

Y esa vida que promete el Señor hoy se encarna en este hermano nuestro llamado a ser sacerdote para siempre, elegido de entre sus hermanos para ser padre y pastor del pueblo que sólo le pertenece a Dios y al cual por la ordenación estamos obligados a servir lavando sus pies, acercándole la Palabra de vida, ofreciendo el sacrificio eucarístico en la persona de Cristo, mirándolo con ojos de misericordia y perdonando en nombre de Dios, ungiéndolo con el óleo que salva y que hace nuevas todas las cosas, consolando cuando hay dolor y acompañando en el camino como hermano que alienta y que sostiene.

Estamos asistiendo hermanos a un momento trascendental en la vida de nuestra Iglesia particular. La ordenación de un sacerdote en el seno de nuestro presbiterio significa una aurora de esperanza porque nuestra comunidad espera con ansias que a través de sus pastores pueda ser guiada hacia donde está la Vida y la seguridad. Como bien nos enseña Jesús, las ovejas siguen al pastor porque escuchan su voz. “El las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños” (Jn 10,3-5).

Querido hermano, nunca seas un extraño para las ovejas que el Señor te confíe cuidar. Mostrate siempre cercano y disponible a escuchar, a prestar atención, a detenerte para fijarte lo que le pasa a quien tengas delante tuyo. No corras, caminá al mismo ritmo del pueblo, y estate seguro que no te vas a equivocar. Vas a ser llamado sencillamente “padre” y eso te tiene que llenar de alegría. Porque así nos ve nuestro pueblo fiel. Estamos llamados a hacer presente en el mundo la paternidad de Dios que genera siempre vida. Por eso a este pueblo que es tu familia hoy le entregas tu vida consagrándola a su servicio en nombre de Dios.

Le debes mucho a este pueblo, a tus seres más queridos, a tus amigos. Hoy todos los que nos sentimos cercanos a vos en la fe y en el cariño estamos felices. El ministerio sacerdotal no es una conquista personal, no es una carrera, no es un honor. Quien lo cree así se equivoca….y hace mucho daño. Por eso el Concilio Vaticano II en el decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros nos invita a situarnos en la perspectiva del discípulo: “Como ministros que son de la palabra de Dios, diariamente leen y oyen esa misma palabra de Dios que deben enseñar a los otros; y si, al mismo tiempo, se esfuerzan por recibirla en sí mismos, se harán cada día discípulos más perfectos del Señor, según las palabras del apóstol San Pablo a Timoteo: Medita estas cosas, ocúpate de ellas, a fin de que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Atiende a ti y a la enseñanza; pues, haciéndolo así, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1Tim 4,15-16)[1].

Toda tu vida a partir de ahora tiene sentido en la íntima relación que tendrás con Cristo del cual serás ungido sacramento suyo. Y por ello el Concilio Vaticano II en el mismo decreto sobre la vida sacerdotal explica que “los presbíteros conseguirán la unidad de su vida uniéndose a Cristo en el conocimiento de la voluntad del Padre, y en el don de si  mismos por el rebaño que les ha sido confiado. Así, desempeñando el oficio de buen pastor, en el mismo ejercicio de la caridad pastoral hallarán el vínculo de la perfección sacerdotal, que reduzca a unidad su vida y acción. Esta caridad pastoral fluye ciertamente, sobre todo, del sacrificio eucarístico, que es, por ello, centro y raíz de toda la vida del presbítero, de suerte que el alma sacerdotal se esfuerce en reproducir en si misma lo que se hace en el ara sacrificial”[2].

El Beato Papa Juan Pablo II nos decía en la exhortación apostólica Pastores dabo vobis que “la vocación sacerdotal es esencialmente una llamada a la santidad, que nace del sacramento del Orden. La santidad es intimidad con Dios, es imitación de Cristo, pobre, casto, humilde; es amor sin reservas a las almas y donación a su verdadero bien; es amor a la Iglesia que es santa y nos quiere santos, porque ésta es la misión que Cristo le ha encomendado”[3].

Esa santidad y unidad de vida a la que somos llamados todos los bautizados son a partir de ahora la motivación profunda en tu seguimiento de Cristo para ofrecerte como pastor a este pueblo que te ha dado todo, que te ha acompañado en tus años de formación. No te olvides nunca de dónde venís….y a dónde vas. Tus manos consagradas con el crisma de la vida nueva se alzarán para consagrar el cuerpo y la sangre del Señor, para perdonar en su nombre los pecados de tus hermanos, para bendecir a su pueblo y abrazarlo especialmente en los pobres, débiles y sufrientes. Por eso el estilo pastoral al que sos llamado por la Iglesia bien lo expresan las palabras que los obispos latinoamericanos plasmaron en el Documento de Aparecida en el año 2007: “El presbítero, a imagen del Buen Pastor, está llamado a ser hombre de la misericordia y la compasión, cercano a su pueblo y servidor de todos, particularmente de los que sufren grandes necesidades. La caridad pastoral, fuente de la espiritualidad sacerdotal, anima y unifica su vida y ministerio. Consciente de sus limitaciones, valora la pastoral orgánica y se inserta con gusto en su presbiterio”[4].

Querido Néstor, no estas sólo en este camino. Todos nosotros como Iglesia viva que quiere salir al encuentro de la sociedad para evangelizar estamos aprendiendo con vos a ser fieles discípulos y misioneros. Aquí está el pueblo fiel de Dios, reunido con el obispo y su presbiterio al cual ingresas ahora como tu familia sacramental. Permitinos acompañarte, evitá la tentación de cortarte solo, déjate “primerear” por el amor del pueblo que va a moldear tu corazón de pastor.

Con las palabras del Papa Francisco en su reciente exhortación apostólica Evangelii gaudium, te propongo que vayamos juntos a experimentar la dulce y confortadora alegría de evangelizar:

“La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear! Como consecuencia, la Iglesia sabe «involucrarse». Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: «Serán felices si hacen esto» (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz”[5].

+GUSTAVO OSCAR ZANCHETTA

OBISPO DE LA NUEVA ORÁN


[1] PO 13.
[2] PO 14.
[3] PDV 33.
[4] DA 198.
[5] EG 24.

NUEVOS DESTINOS PASTORALES

Prot. N. 28 / 13

 San Ramón de la Nueva Orán, 7 de diciembre de 2013

 Ref: comunicación de nuevos destinos pastorales

 A la comunidad de la

Diócesis de la Nueva Orán

 

Queridos hermanos:

Comenzado ya el tiempo de Adviento y en la proximidad de celebrar a María en su pura y limpia concepción llego a ustedes para compartirles algunas noticias referentes a la vida y ministerio de nuestros presbíteros.

En este corto tiempo transcurrido he podido palpar la disponibilidad y celo apostólico de nuestros sacerdotes. Es por ello que en función de las necesidades pastorales de la diócesis les informo de algunos cambios que se registrarán en la vida de nuestras comunidades:

Al P. Sergio J. Almarza, quien ha finalizado su período como párroco de San Jorge en Pichanal, lo he destinado como Vicario Parroquial de la Parroquia Nuestra Sra. de Fátima de Gral. Mosconi, residiendo en la comunidad de Vespucio. De esta forma colaborará con el P. Juan José Manzano en la atención pastoral de una de las parroquias más grandes de la diócesis.

El P. Rubén A. Gutiérrez asumirá en febrero como párroco de San Jorge en Pichanal, continuando a su vez como párroco de Ntra. Sra. de la Asunción en Hipólito Yrigoyen. Será acompañado por el P. Néstor Varas, quien será ordenado sacerdote el próximo lunes 9 de diciembre y se desempeñará como Vicario Parroquial de las parroquias San Jorge y Ntra. Sra. de la Asunción. Asimismo los seminaristas acólitos David Pintos y David Urbina, quienes acaban de completar sus estudios teológicos en el Seminario Mayor de Tucumán, también serán destinados a esas dos parroquias residiendo en la comunidad de Hipólito Yrigoyen junto con los Padres Rubén y Néstor. De esta manera, en el ámbito de una comunidad sacerdotal, harán su tiempo de preparación al diaconado.

El P. Andrés Buttu asumirá en febrero como párroco de Nuestra Señora del Valle en San Ramón de la Nueva Orán y continuará como Director Espiritual del Seminario Beato Juan XXIII. Y a la parroquia de San Cayetano he destinado al P. Julio A. Vallejos, sacerdote de 52 años de edad, perteneciente a la arquidiócesis de Corrientes. Damos la bienvenida al P. Julio quien ha querido voluntariamente ofrecernos unos años de ministerio sacerdotal entre nosotros con espíritu misionero.

En cuanto a la formación de nuestros seminaristas el P. Martín G. Alarcón, Rector del Seminario Beato Juan XXIII, seguirá conduciendo todo el itinerario formativo y como párroco de la Parroquia San Antonio en San Ramón de la Nueva Orán. Allí continuarán residiendo los seminaristas de Filosofía quienes harán su formación académica en el Instituto “Monseñor Mugüerza”, del cual es Director el P. Rubén A. Gutiérrez.

A su vez el Año Introductorio lo he confiado al acompañamiento de Mons. Gabriel A. Acevedo, nuestro Vicario General, por lo cual durante el año 2014 los seminaristas que recién ingresan residirán en la Parroquia Catedral de San Ramón Nonato. Agradezco enormemente tanto al P. Gabriel como a la comunidad parroquial por acompañar los primeros pasos formativos de estos jóvenes.

Y para garantizar el seguimiento de la formación académica y pastoral de nuestros seminaristas he pedido al P. Julio Velazquez que los acompañe en calidad de Director de Estudios.

Finalmente les comparto que nuestro seminarista Rodrigo Barreto ha concluido su año de formación pastoral en la parroquia Nuestra Señora de la Asunción en Hipólito Yrigoyen por lo cual iniciará el año próximo el ciclo de estudios teológicos en el Seminario Mayor de Tucumán.

Hermanos, de Jesús aprendimos que “el buen pastor da su vida por las ovejas” (Jn 10,11). Por eso recemos mucho por la vida de nuestros sacerdotes, diáconos y seminaristas que quieren dar la vida como nos enseñó Cristo ofreciendo la suya.

A la Virgen María, Madre purísima, en su advocación de Nuestra Señora del Carmen y a San Ramón Nonato confiamos la vida de nuestra querida Diócesis de la Nueva Orán.

  + GUSTAVO OSCAR ZANCHETTA

     OBISPO DE LA NUEVA ORÁN


HOMILÍA DE MONS. GUSTAVO ZANCHETTA

Prot. N. 27 / 13

 Homilía en la misa de la Jornada de Ayuno y Oración

Sábado 7 de diciembre de 2013

Queridos hermanos:

Reunidos en la víspera de la celebración de la Inmaculada Concepción de la Virgen María venimos a esta Iglesia Catedral – la casa de todos – a unirnos en la oración para pedirle al Señor de la historia que atienda nuestra súplica por una realidad que nos aflige y golpea: el drama de la droga y el narcotráfico.

La pureza de María, concebida sin pecado, y su docilidad al plan de Dios que la eligió y la predestinó a ser la Madre del Salvador esperado nos anima a buscar en nuestras propias vidas la pureza de costumbres, precisamente para que Dios encuentre también en nosotros donde habitar, donde nacer, donde vivir. Por eso el Adviento que celebramos litúrgicamente tiene sentido cuando nos dejamos interpelar y transformar por Aquel que viene a nosotros, aun sin que lo merezcamos. Como María, quien sencillamente se dejó “primerear” por Dios – como nos diría hoy el Papa Francisco – para que a través nuestro pueda “hacer grandes cosas”, como bien reconoce la Virgen cuando le canta a Dios su acción de gracias por lo que sucedió en ella (Lc 1,49).

También Dios se ha fijado en nosotros y para todos tiene un proyecto. Y nos sigue llamando a ser protagonistas de esta historia como discípulos y misioneros.

Hoy nos convoca un motivo muy especial. La Iglesia en Argentina ha sido invitada por sus pastores a una jornada de oración y ayuno porque nos duele y entristece la situación que vivimos como sociedad a causa del crecimiento del narcotráfico.

Como expresamos los obispos en nuestra declaración al concluir la 106° Asamblea Plenaria “nos conmueve acompañar a las madres y los padres que ya no saben qué hacer con sus hijos adictos, a quienes ven cada vez más cerca de la muerte”[1].

Ese dolor no puede dejarnos tranquilos en conciencia porque sería traicionar nuestra propia vocación de ser luz en el Señor. Por eso el Apóstol nos llama la atención al decirnos: “sepan discernir lo que agrada al Señor, y no participen de las obras estériles de las tinieblas, al contrario, pónganlas en evidencia” (Ef 4,10-11).

Hermanos, frente a esta situación que tanto afecta el territorio de nuestra diócesis y que se extiende rápidamente por toda nuestra querida Patria, no podemos mirar para otro lado. Por eso los obispos hemos señalado que “cuando este mal se instala en los barrios destruye las familias, siembra miedo y desconfianza entre los vecinos, aleja a los chicos y a los jóvenes de la escuela y el trabajo. Tarde o temprano algunos son captados como ayudantes del negocio. Hay gente que vende droga para subsistir, sin advertir el grave daño que se realiza al tejido social y a los pobres en particular” [2].

 “San Pablo nos enseña a tener horror por el mal y pasión por el bien (Rm 12,9). Por eso no debemos quedarnos solamente en señalar el mal. Alentamos en la esperanza a todos los que buscan una respuesta sin bajar los brazos:

 A las madres que se organizan para ayudar a sus hijos.

A los padres que reclaman justicia ante la muerte temprana.

A los amigos que no se cansan de estar cerca y de insistir sin desanimarse.

A los comunicadores que hacen visible esta problemática en la sociedad.

A los docentes que cotidianamente orientan y contienen a los jóvenes.

A los sacerdotes, consagradas, consagrados y laicos que en nuestras comunidades brindan espacios de dignidad humana.

A los miembros de las fuerzas de seguridad y funcionarios de otras estructuras del Estado que aún a riesgo de su vida no se desentienden de los que sufren.

A todos los que resisten la extorsión de las mafias” [3].

Como padre y pastor hago un llamado muy especial a toda la familia diocesana para que cada uno, desde su lugar, tengamos pasión por el bien común y comprometamos nuestro esfuerzo, sea en la oración como en la acción, para no dejarnos primerear por los personeros de la muerte que se están robando la vida de nuestros hijos y hermanos.

Asimismo, junto a mis hermanos obispos argentinos, los invito a que “no dejemos que nos roben la esperanza, ni que se la arrebaten a nuestros jóvenes. Cuidémonos los unos a los otros. Estemos particularmente cerca de los más frágiles y pequeños. Trabajemos por una cultura del encuentro y la solidaridad como base de una revolución moral que sostenga una vida más digna”[4].

Hermanos míos, no bajemos los brazos en señal de impotencia. Aunque estos desafíos nos desbordan, avivemos aquellas ganas de “hacer camino al andar”. Porque como nos recuerda el Apóstol “fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos” (Ef. 2,10).

Y por eso el Papa Francisco hoy nos explica sencillamente dónde está nuestro lugar y lo que Dios espera de nosotros cuando señala que “a veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo” [5].

En esta hora que nos convoca nuestra irrenunciable vocación de servicio, aprovecho la ocasión de este encuentro fraterno en la Eucaristía que celebramos para orar juntos por la comunidad de la vecina ciudad de Embarcación que ha sufrido las consecuencias de una fuerte tormenta esta semana. Y siendo solidarios en el dolor y la oración confiada hagamos concreta nuestra cercanía con presencia, consuelo y ayuda material para tantas familias que lo han perdido todo.

Al mismo tiempo quiero dar gracias al Señor porque el largo conflicto de nuestros hermanos trabajadores municipales ha llegado a un final traducido en acuerdos concretos en el marco del diálogo y la comprensión. Grácias a todos los que se pusieron al hombro este desafío de buscar el bien común y de salvaguardar la vida, la paz y la justicia social de tantas familias que han pasado momentos de angustia y desconcierto.

Que María, estrella de la evangelización, a quien honramos en su pura y limpia concepción, nos anime a ser fieles a nuestra vocación de simples servidores (Lc. 17,10)

 + GUSTAVO OSCAR ZANCHETTA

OBISPO DE LA NUEVA ORÁN


[1] Declaración de la CEA El drama de la droga y el narcotráfico, Pilar, 7 de noviembre de 2013, N° 1

[2] Declaración de la CEA El drama de la droga y el narcotráfico, Pilar, 7 de noviembre de 2013, N° 3

[3] Declaración de la CEA El drama de la droga y el narcotráfico, Pilar, 7 de noviembre de 2013, N° 9.

[4] Declaración de la CEA El drama de la droga y el narcotráfico, Pilar, 7 de noviembre de 2013, N° 13.

[5] Papa Francisco, Exhortación apostólica Evangellii gaudium, N° 270.


CIRCULAR SÁBADO 7 JORNADA DE AYUNO Y ORACIÓN Y DOMINGO 8 SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

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San Ramón de la Nueva Orán, 27 de noviembre de 2013

 Sábado 7 de diciembre Jornada de ayuno y oración

Domingo 8 de diciembre Solemnidad de la Inmaculada Concepción

Queridos hermanos:

A través de la presente y tal como hemos anticipado oportunamente quiero invitarlos a realizar la Jornada de Ayuno y Oración prevista para el sábado 7 de diciembre – Primer Sábado de Adviento – tal cual ha sido la convocatoria que hicimos los obispos argentinos a comienzos de este mes cuando presentamos nuestras reflexiones acerca del “drama de las drogas y el narcotráfico”. Por eso proponemos al pueblo de Dios un gesto que acompañe esta preocupación tan sentida por todos nosotros y que tanto afecta a este rincón de nuestra querida Patria.

Es por ello que ese día celebraremos la misa con esa intención, recordando especialmente a los enfermos, a sus familiares y a los fallecidos por causa de este flagelo.

La oración es una expresión de confianza dirigida a nuestro Padre Dios que siempre quiere lo mejor para sus hijos, y conoce muy bien lo que padecemos y sufrimos cuando un niño, un joven o un adulto pierden la libertad, la salud y hasta la propia vida por causa de las drogas.

Que en cada comunidad de la Diócesis preparemos con esmero esta celebración y hagamos un gesto de compromiso por promover una cultura del encuentro y la solidaridad. Especialmente ofrezcamos nuestra cercanía fraterna a aquellas familias que sufren este drama. Al mismo tiempo pidamos a Dios Padre que mueva y sostenga los corazones y las voluntades de quienes tienen en sus manos la responsabilidad de los recursos de la Ley, para frenar la perversa y devastadora fuerza de las drogas.

Con respecto al Domingo 8 de diciembre – Solemnidad de la Inmaculada Concepción – les comunico que la Conferencia Episcopal Argentina ha obtenido el permiso de la Santa Sede para que se pueda celebrar la misa festiva de ese día en honor de la Virgen aunque coincida, como este año, con el primer domingo de Adviento. Sólo se nos pide que la segunda lectura sea la correspondiente a ese domingo de Adviento y que en el marco de la celebración se haga referencia al inicio y al significado de este nuevo tiempo litúrgico.

Que el Señor Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.

Los abrazo fraternalmente,

+ Gustavo Oscar Zanchetta

Obispo de la Nueva Orán


CIRCULAR INVITANDO A CELEBRAR LA JORNADA NACIONAL DEL DÍA DEL ENFERMO

enfermoCircular Nro. 34/2013

San Ramón de la Nueva Orán, 15 de octubre de 2013

A los Sres. Párrocos y responsables de pastoral

Queridos hermanos: Como cada año, la Comisión Episcopal para la Pastoral de la Salud nos anima a celebrar la Jornada Nacional del Enfermo. Nos remite su carta pastoral y los afiches para recordar a nuestros fieles que es esencial a nuestra fe cristiana: “Salir al encuentro del que sufre” como reza el lema de este año, y como nos invita con tanta fuerza nuestro querido papa Francisco.

Sugiero que se reflexione con los grupos pastorales esta carta tan llena de profundo significado, y repleta de alusiones evangélicas. En una carilla logra efectuar una catequesis completa sobre nuestro deber de cuidar a los sufrientes. Nuestra creatividad (unciones dentro de la misa, visita y confesiones en domicilio, hora santa por los enfermos, preces adecuadas en la eucaristía del domingo, etc.) logrará que no pase desapercibido este Día y sea estímulo de un mayor y gozoso compromiso con aquellos con quienes Jesús se identificó.

Con el deseo de que seamos reflejo del Amor Misericordioso de Dios, los despido afectuosamente en Cristo.

P. Juan José Manzano

Vicario General